Recuerda Orad sin cesad dice la Santa Palabra Nunca te des por vencido que el que dio a su hijo unigenito para que hoy respires ese es el mismo de ayer y siempre a estado a tu lado Dios nunca te a dejado es esta a tu lado dandote fortaleza tratande que te des cuenta que siempre a estado desde las entrañas de tu madre ahi es puso su mirada en ti

Nosotros los humanos necesitamos sentir unas satisfacciones que sirvan para establecer un balance con las presiones, cargas y situaciones, algunas bastante interesantes, que se nos presentan a todos en el ajetreo del diario vivir. Como seres, egocéntricos por naturaleza, algunos se obsesionan de tal manera buscando llenar el vacío que produce tal necesidad, que no se detienen a evaluar con sensatez y prudencia, para optar por aquello que pudiera ofrecer los mayores beneficios; sólo los mueve su propio bienestar, aunque éste sea pasajero, no considerando las posibles consecuencias que su mala decisión les podría acarrear. Se recurre a escoger entre tantas alternativas que el mundo ofrece, la mayoría de las cuales dejan una estela de sinsabores y efectos secundarios, dependiendo de cual haya sido su naturaleza y el móvil para alcanzarlo. O sea, que el deleite cuesta un precio y a veces es bastante alto, no solamente en términos financieros, sino emocional, moral, físico y espiritual, y esto a nivel personal, familiar y social.
Nuestro Creador, en su infinita sabiduría, nos hizo de esa manera con un propósito: Que la criatura hiciera de su Creador la fuente de su bienestar, la plenitud de sus satisfacciones, la provisión para todas sus necesidades. Es la única manera en que podemos disfrutar y sentirnos real y completamente satisfechos.
Es ese el deleite que en vez de cobrar, paga; no cuesta un centavo y produce dividendos. Es el único que es permanente y satisface hasta saciar lo más profundo de tu ser. No te produce tristeza, ni deja huellas negativas que empañen la experiencia. Es el deleite sublime que experimentamos cuando nos acercamos a la fuente del verdadero gozo, Jesús de Nazaret, el dador de la vida, quien vino a amistarnos con Dios para que nos gocemos en Él eternamente. "Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú les darás de beber del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz" (Salmo 36:8-9)